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miércoles, 10 de agosto de 2011

LA DEPRESIÓN INFANTIL.


 ¿Existe la Depresión Infantil?



Los niños y los adolescentes pueden sufrir de depresión igual que los adultos. Se presenta de muchas formas con grados y duración variados. Y se considera enfermedad cuando la condición depresiva persiste e interfiere con las capacidades, actitud y acción de la persona.


Recientes estudios indican que alrededor del 5 por ciento de los niños y adolescentes de la población general padece de depresión en algún momento de su infancia o adolescencia. Evidentemente, habrá que prestar atención cuando la sintomatología depresiva persiste e interfiere con su desarrollo normal.
La depresión en el niño está en la mayoría de ocasiones vinculada a un sentimiento de pérdida. Esta “perdida” suele ser real: duelo en la familia, separación conyugal, mudanza, cambio de colegio o muerte de animal de compañía. Puede ser también como consecuencia  de un evento que para un adulto puede pasar totalmente desapercibido o incluso desordenes de la atención o aprendizaje compañero de clase, pueden provocar estados depresivos.
Dos son los factores de riesgo más destacados en esta patología. En primer término está el que ella tiende a presentarse en determinadas familias. Y en segundo término, la existencia de situaciones de maltrato, que fundamentalmente afectan la seguridad por respaldo social.
En ningún caso debemos minimizar un estado depresivo, sea cual sea la forma como se presente, una depresión en un niño suele ser banal. Es muy importante intentar comprender por qué un niño manifiesta de repente un repertorio de actitudes, o por qué sus resultados escolares bajan.
Aunque un niño puede atravesar como un adulto un periodo de depresión, el modo en que esta se manifiesta es diferente. El niño/a expresa menos que el adulto su sufrimiento pero somatiza mucho más. Eczemas en la piel, insomnio, trastornos digestivos o falta de apetito, cambio de humor, enuresis, pesadillas, pueden ser algunos de los síntomas de un estado depresivo.

Síntomas que caracterizan la depresión infantil:
  • Tristeza persistente, lloriqueo y llanto excesivo.
  • Pensamientos o expresiones suicidas o actuaciones autodestructivas.
  • Se comporta de manera agresiva.
  • Apatía y falta de energía.
  • Se aburre y cansa con facilidad.
  • Alteración en los patrones de comer y de dormir
  • Quejas frecuentes de enfermedades físicas, p. ej. dolor de cabeza o de estómago
  • Concentración deficiente y falta de atención.
  • Dificultades de aprendizaje y ausentismo escolar.
  • Problemas de relación.
  • Se aleja de sus amigos o familia.
  • Hablar de o tratar de escaparse de la casa.
  • Ataques de rabia u hostilidad persistente.
  • Baja autoestima y sentimientos de culpabilidad.
  • Alta sensibilidad.
  • Elige finales tristes para sus cuentos, representaciones y dibujos.
Es así como niños y adolescentes deprimidos pueden mostrar cambios en su modo de ser habitual. Aquel que era muy sociable pasa a estar solo la mayor parte del tiempo. O pierde interés por todo. Y las cosas que le gustaban dejan de ser de su agrado. Igualmente, en ocasiones los niños y adolescentes deprimidos se refieren a que quisieran estar muertos o pueden hablar del suicidio. También, tratando de sentirse mejor pueden recurrir al alcohol u otras drogas. Con frecuencia sucede que se portan mal en la casa y en la escuela sin que nadie se dé cuenta de que están sufriendo una depresión porque eventualmente no parecen estar tristes. Entonces, para los padres y los maestros se trata simplemente de mala conducta.
Es entonces muy importante el que los padres y los adultos relacionados con el niño conozcan esta sintomatología, lo que indudablemente da la posibilidad de una intervención precoz, con todas las ventajas que ésta conlleva.


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