La disfemia o tartamudez de desarrollo es un trastorno de la fluidez del habla que se caracteriza por una expresión verbal interrumpida en su ritmo de un modo más o menos brusco y que se manifiesta durante la relación comunicativa, en un contexto de interacción. Así pues, este trastorno está vinculado a la presencia de un interlocutor; por lo tanto la tartamudez o disfemia supone un trastorno de la comunicación verbal..
La disrupción del discurso se acompaña de otros signos anormales que afectan funcionalmente a la coordinación fonorrespiratoria y al tono muscular junto con respuestas emocionales y negativas. Los entorpecimientos que provoca originan dificultades psicológicas, a veces tan importantes que, en el futuro se pueden convertir en un limite social importante. A este trastorno del ritmo del habla se añade una serie de factores psicopatológicos que complican el cuadro y convierten la disfemia (tartamudeo) en un síndrome complejo y difícil de tratar. La incoordinación de movimientos sería responsable del tartamudeo básico, mientras que la alteración emocional sería un fenómeno secundario al tartamudeo, aprendido y responsable de la complicación y mantenimiento del trastorno. Probablemente no hay una única causa sino que existen varios factores causales, entre ellos factores genéticos, y también ambientales, que interactuan durante los primeros años de la infancia en el contexto del desarrollo de la comunicación verbal. No se conoce el origen de la tartamudez, sus causas generales, ni por qué desaparece a veces con la edad y otras persiste en algunos niños.
¿ Cuales son los signos de la tartamudez?
En linias generales el habla no es fluido, incluso se autorectifica. Junta las sílabas al principio o al final de una palabra, el hecho de que se ponga nervioso, se ponga tieso, que rehuya la mirada, hace muecas, contractura la mandíbula, si sus labios tiemblan, estos son los verdaderos síntomas de la tartamudez.
¿ Cuales son los signos de la tartamudez?
En linias generales el habla no es fluido, incluso se autorectifica. Junta las sílabas al principio o al final de una palabra, el hecho de que se ponga nervioso, se ponga tieso, que rehuya la mirada, hace muecas, contractura la mandíbula, si sus labios tiemblan, estos son los verdaderos síntomas de la tartamudez.
Afecta en mayor medida a los varones y su evolución es diferente, dependiendo de sus características particulares, pero el entorno familiar y social, así como el medio escolar, influyen en esta evolución.
En la mayoría de los casos, el tartamudeo empieza entre los tres o cuatro años. En este periodo el niño está en pleno proceso de adquisiones lingüísticas más complejas y también empieza a utilizar su lenguaje en intercambios con otras personas que están fuera de su entorno familiar. No obstante, hay niños que pueden empezar a tartamudear a edades más tardías.
Se estima que alrededor de un 20% de niños tartamudean en un momento u otro de la infancia. En la mayoría de los casos (3 sobre 4 niños), la tartamudez acaba desapareciendo. Se convierte en crónica en un 1% de los casos.
¿ Que actitud debo tomar?
¿ Que actitud debo tomar?
La actitud del entorno familiar es esencial para ayudar al niño. La reacción de ansiedad y de miedo del adulto frente a las primeras repeticiones de sílabas del niño no sólo decidirá su respuesta puntual, sino que maracará su manera de enfrentrase a los demás.
Existen varias tendencias con respecto a la actitud que se debe adoptar ante un niño que tartamudea. El consejo más escuchado por los padres es la indiferencia. Sin embargo, para muchos especialistas ésta no es la mejor estratagema, y que el niño tartamudea, y eso es evidente. Otra actitud que deberíamos evitar es la de decirle al niño que se tranquilize, que hable más despacio, que respire, que articule, que piense primero en lo que quiere decir... El niño que tartamudea es perfectamente consciente de que se pone nervioso cuando habla, pero justamente, no sabe hacerlo de otro modo o al menos sólo con la voluntad no es capaz de cortar esta dificultad.
Los niños que tartamudean tienden a ponerse nerviosos cuando hablan, a hablar deprisa y a crisparse. Hablar suavemente en casa, lentamente puede ayudar al niño a calmarse y a hablar de forma más relajada. Si el niño hace una pregunta, esperar unos segundos antes de responder, mirarle a la cara y prestarle toda la atención, para aumentar su confianza y su autoestima. El niño necesita un ambiente relajado, sin reproches y comprensivo.
En definitiva, la tartamudez es un problema que aunque vaya desapareciendo por momentos, no es raro que reaparezca a lo largo de la infancia, en momentos de tensión. También es cierto que desaparece en tres de cuatro niños antes de la adolescencia. Por el contrario, uno de cuatro niños sigue siendo tratamudo en edad adulta, sin que se sepa realmente por qué.
Existen varias tendencias con respecto a la actitud que se debe adoptar ante un niño que tartamudea. El consejo más escuchado por los padres es la indiferencia. Sin embargo, para muchos especialistas ésta no es la mejor estratagema, y que el niño tartamudea, y eso es evidente. Otra actitud que deberíamos evitar es la de decirle al niño que se tranquilize, que hable más despacio, que respire, que articule, que piense primero en lo que quiere decir... El niño que tartamudea es perfectamente consciente de que se pone nervioso cuando habla, pero justamente, no sabe hacerlo de otro modo o al menos sólo con la voluntad no es capaz de cortar esta dificultad.
Los niños que tartamudean tienden a ponerse nerviosos cuando hablan, a hablar deprisa y a crisparse. Hablar suavemente en casa, lentamente puede ayudar al niño a calmarse y a hablar de forma más relajada. Si el niño hace una pregunta, esperar unos segundos antes de responder, mirarle a la cara y prestarle toda la atención, para aumentar su confianza y su autoestima. El niño necesita un ambiente relajado, sin reproches y comprensivo.
En definitiva, la tartamudez es un problema que aunque vaya desapareciendo por momentos, no es raro que reaparezca a lo largo de la infancia, en momentos de tensión. También es cierto que desaparece en tres de cuatro niños antes de la adolescencia. Por el contrario, uno de cuatro niños sigue siendo tratamudo en edad adulta, sin que se sepa realmente por qué.
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