Una de las diferencias que mantenemos respeto al resto de los seres vivos es el lenguaje, mediante el cual expresamos nuestros sentimientos. El modo en que esto se realiza en el niño es bastante complejo, ya que obviamente el lenguaje no se hereda, nacemos con la capacidad para aprenderlo.
Los niños desde muy pequeños, prácticamente desde que nacen son capaces de entender muchas de las cosas que les trasmitimos. Para ellos las palabras todavía no tienen sentido, pero sí lo tiene la manera en que les coges, les acunas o les hablas.
Esta cuestión abarca dos puntos muy importantes: la adquisición del habla y el desarrollo del pensamiento. Cuando buscamos las palabras para expresar una idea, el pensamiento ya debe existir con claridad. Generalmente pensamos mediante un lenguaje, sobre todo si queremos comunicar nuestros pensamientos. Pero el pensamiento verbal no abarca todas las formas de pensamiento o de habla; la música, la pintura y la escultura, por ejemplo, están más allá de las palabras.
Los niños pequeños forman su conceptos antes de poder expresarse inteligiblemente y dominan el sonido, el tono y las palabras del lenguaje antes de usarlos para expresar sus pensamientos. El lenguaje y el pensamiento se influencian recíproca y mutuamente, y el desarrollo del pensamiento se determina mediante el lenguaje.
Los adultos comprenden el mundo a través de conceptos, pero ¿ cómo son estos interiorizados por los niños?. La formación de un concepto es un proceso creativo, que no se puede aprender ni por repetición, ni por memorización ni por explicación artificial. Cuando los niños escuchan una palabra que no comprenden, primero en un contexto y después en otro, entonces empieza a tener una noción del nuevo concepto, para formar finalmente el suyo própio.
Pero la formación de un concepto no ocurre automáticamente, sino que surge de un propósito, la solución de un problema. Los adultos formamos nuestros conceptos mediante la alternancia del pensamiento entre lo general y lo particular dentro de la pirámide de conceptos disponibles.
El niño debe atravesar y cumplir una serie de etapas hasta llegar a ser capaz de hacer lo que hace un adulto. No es hasta después de los 12 años, cuando el niño empieza a formar sus propios nuevos conceptos. Hasta entonces utiliza los conceptos que ha aprendido de los adultos, pero su contenido no será el mismo y los combinará de manera diferente.
En conclusión, el lenguaje del niño tiene una cualidad de imagen, y el elemento abstracto aparece más tarde. Al llegar a la adolescencia, la imagen empieza a competir con el concepto y poco a poco aquélla se pierde.
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